¿Qué es la piel atópica y cómo debemos cuidarla?

¿Piel muy seca? ¿Rojeces? ¿Picor intenso? Probablemente tengas dermatitis atópica, también conocida como eczema. Se trata de una afección inflamatoria y crónica de la piel que padecen sobre todo los niños (aproximadamente 1 de cada 10 según el INSERM el Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica de Francia), y que puede continuar en la edad adulta. Además de lo antiestético que resultan los parches rojos y la irritación que provocan, también pueden infectarse. Esto a veces se convierte en un círculo vicioso del que resulta difícil escapar. ¿Cuál es el origen de esta enfermedad crónica y cuáles son las mejores formas de cuidar tu piel? Te lo explicamos todo en este artículo.

¿Qué significa tener piel atópica?

¿Cómo saber si tu piel es atópica? A continuación, vamos a describir los síntomas y causas de forma detallada para que reconozcas este tipo de enfermedad inflamatoria.
La atopía es una predisposición genética para el desarrollo de alergias. Estas alergias pueden manifestarse como asma, conjuntivitis o rinitis alérgica. En la piel, se denomina dermatitis atópica o eczema.

Esto se traduce en un déficit de las grasas de la superficie, en el estrato córneo, que deja de actuar como barrera protectora. La función de barrera de la piel queda dañada y se vuelve

permeable ante los alérgenos externos.

Cuando penetran en la piel, estos alérgenos sobreestimulan el sistema inmunitario y provocan inflamación. Si no le damos a nuestra piel unos buenos cuidados, puede provocarse un círculo vicioso: si la barrera cutánea está dañada, aumenta la sequedad e inflamación de la piel, lo que hace que pique y que queramos rascarnos y, cuando rascamos, los alérgenos pueden entrar y empeorar la inflamación y el picor.

Síntomas de piel atópica

El primer síntoma de la dermatitis atópica es la formación de parches rojos con distinta forma en la piel muy seca. En los niños, normalmente a partir de los tres meses, estas lesiones suelen situarse en la cara, la cabeza, el cuero cabelludo, el cuello y los párpados. En los adultos, son más habituales en los pliegues y surcos, como el cuello, el codo y las rodillas.

Tras la fase aguda, los parches se secan sobre todo cuando se rascan. Con el paso del tiempo, observarás que la piel se vuelve áspera y seca (xerosis), a veces granulosa y con protuberancias (queratosis pilaris), que las líneas de las palmas de las manos se marcan mucho y aparecen unas manchas blancas en aquellos puntos donde te has rascado.

Por norma general, tras la dermatitis atópica vienen el asma y la hipersensibilidad, como la rinitis alérgica (rinoconjuntivitis alérgica).
 
Además, estos parches vienen acompañados de prurito, unos picores muy difíciles de calmar normalmente. Esta sensación urgencia de necesitar rascarse empeora cuando el aire es seco, con el sudor, cuando se produce irritación por el roce de la ropa (sobre todo la lana) o también por el estrés.

Causas de la dermatitis atópica

El origen de la dermatitis atópica es muy diverso, incluido un componente genético importante, pero los factores ambientales también influyen mucho. Esta afección se caracteriza por una disfunción de la barrera cutánea que se traduce en una molesta inflamación. El sistema inmunitario reacciona de forma desmesurada ante las sustancias del exterior, a las que considera perjudiciales, cuando en realidad suelen ser benignas.

Por lo que si tus padres o abuelos sufrían o tenían que lidiar con los mismos síntomas que tú durante tu infancia, hay muchas posibilidades de que en tu caso tenga un componente hereditario.

Sin embargo, si tienes la más mínima duda sobre tu patología, habla con tu médico o con un dermatólogo que te podrá hacer un diagnóstico adecuado.

Acciones que puedes hacer a diario para combatir la dermatitis atópica

En primer lugar, es crucial identificar los desencadenantes de la dermatitis atópica para evitar los efectos dañinos de la enfermedad.

Te recomendados:

 

Reduce la duración y la frecuencia del aseo personal a una ducha de cinco minutos o un baño al día. Puedes ablandar el agua del baño.
Báñate con agua templada, entre 27 y 30 ºC, en vez de agua caliente para evitar la inflamación.
Sécate a toquecitos con la toalla en lugar de frotar.
Utiliza un humidificador en casa para que el ambiente no se seque demasiado.
No utilices un jabón tradicional, ya que es demasiado agresivo y puede dañar la frágil piel. En su lugar, opta por un producto de limpieza adaptado para la piel con tendencia atópica.
Evita la lana o los tejidos ásperos. Usa en su lugar algodón.
Cuidado con los ingredientes con mayor potencial alergénico (pida consejo a su dermatólogo) 
No te rasques para cortar el ciclo de inflamación/rascado/infección.
Lávate las manos a menudo para protegerte de los patógenos.
Lleva las uñas cortas.
Evita el estrés y aprende a gestionarlo (a través de la respiración, el yoga, la relajación, el ejercicio, una alimentación saludable, una buena higiene de sueño, etc.).

Si tienes una piel con tendencia atópica te recomendamos utilizar pomadas, cremas o bálsamos hidratantes específicos para la piel con tendencia atópica. Estos emolientes suavizan y calman la piel, además de reforzar su barrera y protegerla frente a ataques externos.
Las soluciones que incluyen ceramidas son especialmente efectivas. Pregúntale a tu médico a la hora de elegir qué productos utilizar.

Vivir con piel atópica

No existen milagros para la dermatitis atópica. Pero con paciencia y constancia, podrás reducir mucho sus síntomas. Si sigues nuestros consejos y cuentas con el apoyo adecuado de un profesional sanitario, tu calidad de vida mejorará considerablemente y volverás a tomar las riendas sobre el control de tu piel.